28 abril, 2024

Antes de comenzar a leer la novela póstuma del Nobel colombiano de 1982, había escuchado opiniones a favor y en contra de dicha publicación. Las positivas alababan la nueva entrega, comparándola con las novelas inéditas que Max Brod salvó del fuego del genial Franz Kafka. Las negativas argüían que se debió respetar la voluntad del autor, que en primera instancia no la terminó y que no decidió publicarla en vida.

Sin embargo, sobre todo, tenía ganas de leer En agosto nos vemos (Random House, 2024), lanzada el día de su cumpleaños luego de casi una década desde su deceso, porque Gabriel García Márquez era mi autor de cabecera en mis años colegiales y preuniversitarios, donde leía todo lo que encontraba de él. Era una literatura exquisita, fantasiosa, creativa, original, exótica y, a la vez, tan parecida a nuestra realidad supersticiosa de provincias que me cautivó desde que leí su novela más celebrada a los doce años: Cien años de soledad (1967).

Así que entré con muchas expectativas en el texto, que si bien es cierto no goza de un comienzo magistral como, por ejemplo, en El amor en los tiempos del cólera (1985), Crónica de una muerte anunciada (1981) o Cien años de soledad, la novelita sube en ritmo mientras uno se adentra en las páginas y luego se vuelve trepidante. Aunque sería muy malo restarle méritos por un arranque desacelerado, la novela cobra cuerpo mientras se desarrolla la trama principal: Ana Magdalena Bach viaja a la isla de Cuba en un trasbordador siempre en el mes de agosto para visitar la tumba de su madre y, además, para disfrutar de los amores ocasionales que le puedan ofrecer los hombres más interesantes para ella.

Además, mientras uno va leyendo esta novelita, novela breve o nouvelle, encuentra aquella prosa cuidadosamente elaborada para crear un ritmo musical que envuelve al lector y que siempre nos acostumbraba en su literatura. Utiliza estructuras de frase complejas y una variedad de técnicas para lograr este efecto. Y los adjetivos y epítetos en el desarrollo de sus descripciones, que son detalladas y sensoriales y que nos transportan al mundo de sus historias, haciendo que los escenarios y personajes cobren vida de manera palpable.

También encontramos en esta última entrega el empleo de un vocabulario amplio y variado, que incluye modismos locales y regionalismos, así como un uso creativo del lenguaje coloquial. Esto añade autenticidad a sus narrativas y refleja la diversidad lingüística de la región hispanoamericana. Todo ello desarrollado, como en sus novelas más logradas, en el dominio del habla de sus protagonistas, que a veces sentencian pasajes o momentos cruciales en los capítulos de esta obra y que entretienen y alegran mucho al lector. En efecto, sus diálogos son naturales y están imbuidos de la idiosincrasia de sus personajes. Utiliza el habla coloquial para darles voz y profundidad, lo que contribuye a la credibilidad y la autenticidad de sus creaciones literarias.

La sensualidad es una de las cualidades distintivas que impregnan esta obra de Gabriel García Márquez. Como hijo de la región caribeña de Colombia, García Márquez capturó magistralmente la atmósfera sensual y exuberante de esa tierra en sus escritos; además de la isla cubana, que fue uno de sus escenarios que más conoció y abordó en su literatura. En este caso aquella sensualidad la desarrolla en Cuba, que es el escenario donde la protagonista goza de sus aventuras amorosas en casi la totalidad de esta novela breve.

La protagonista principal sostiene siempre alguna aventura sensual con un amante ocasional cada año que viaja a la isla a visitar el lecho eterno de su progenitora, y a veces el amante es el mismo, quien logra seducirla y al final dejarla a su suerte. En efecto, Ana Magdalena Bach logra enamorarse de uno, alguien experto en las artes amatorias y seductoras, y aunque su romance se repita en poco más de un par de ocasiones, al final la ruptura y la distancia amatoria serán el desenlace final de aquella historia. Y lo trágico vendrá con más fuerza en el punto final de la novela.

Otra vez comprobamos que la sensualidad en las relaciones humanas es un tema recurrente en la obra de Gabriel García Márquez. Sus personajes a menudo experimentan pasiones intensas y deseos ardientes que se manifiestan en encuentros amorosos apasionados y romances prohibidos. Esta exploración de la sensualidad humana añade profundidad y complejidad a sus historias. En ese sentido, el Nobel colombiano ha sabido traducir, o hasta podría decirse configurar, la imagen del latinoamericano ardiente, fogoso, apasionado de los trópicos. En ese sentido, si piden mi opinión sobre esta obra, yo digo que es digna de Gabriel García Márquez, aunque, eso sí, menos ambiciosa o poderosa que sus novelas magistrales que le dieron el aura de genio (o de dios como lo calificó uno de los editores de la novela). Por ello, todos los amantes de la literatura de Gabriel García Márquez deberían leerla.

==================

Francois Villanueva Paravicino

Escritor. Estudió Literatura y la maestría en Escritura Creativa en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Autor de Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019), Sacrificios bajo la luna (2022), Los placeres del silencio (2023). Mención de honor del Premio Nacional de Relato Corto (2023) “Feria de Libro de Amazonas”. Mención especial del Primer Concurso de Poesía (2022) y de Relato (2021) “Las cenizas de Welles” de España. Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007) de España.

About The Author

¿Qué opinas?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *