Por Francois Villanueva Paravicino

Culturas híbridas (Editorial Grijalbo, 2004) es uno de los mejores libros de Néstor García Canclini, de los cuales leí también Consumidores y ciudadanos con el mismo entusiasmo y la idea de estar observando una dialéctica sociológica, antropológica y filosófica en sus manifestaciones más lúcidas. El libro está organizado en una introducción a la edición del 2001; además de siete capítulos, los cuales están divididos en pequeñas secciones; y dos secciones conformando: “Entrada” (introducción) y “Salida” (conclusión). Lo que plantea el autor en ese libro es lo siguiente:

Uno: El término hibridación ha modificado las formas de entender sobre identidad, cultura, desigualdad, etc. Así, parte de la definición: “Entiendo por hibridación procesos socioculturales en los que estructuras o prácticas discretas, que existían en forma separada, se combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas”. Al respecto, está explícita la intención de hacer un término más epistemológico sobre el mestizaje en el latinoamericano, su ser y su quehacer, su sincretismo y creolización, y toda su manifestación ontológica.

Dos: Sostiene el autor que lo más le interesa son los procesos de hibridación, y no la hibridación en sí por sí sola, claramente manifiesto en libro con las descripciones antropológicas sobre las sociedades mexicanas, argentinas, brasileras, peruanas, venezolanas, etc. El autor nos explica los fenómenos globalizadores como fenómenos de interculturalidad, lo que hace de la hibridación un fenómeno común y muy asequible.

Tres: Una de las hipótesis que se plantea el libro es la mezcla entre lo tradicional y la modernidad, con límites versátiles, no muy definidos. Sobre la modernidad, explica García Canclini que existen cuatro movimientos básicos: un proyecto emancipador (secularización de los campos culturales), un proyecto expansivo (la modernidad como ente aglutinador de conocimientos y bienes), un proyecto renovador (los fenómenos de mejora, innovación y el del autodesarrollo del signo), y un proyecto democratizador (la democracia en la cultura y sus fenómenos). También se explica sobre la ritualidad en el arte de la posvanguardia. Paradójicamente, el arte culto ya no es un comercio minorista. Hay todo un mercado que vende y ofrece productos literarios con una crítica que no está de acuerdo con la calidad intrínseco a las mismas. Todo esto está produciendo que se resemantice el término “culto”.

Cuatro: Entre los años cincuenta y setenta ocurren en Latinoamérica cambios estructurales, como el desarrollo sostenido de la economía, el crecimiento urbano, la ampliación de mercado de bienes culturales, la introducción de nuevas tecnologías comunicacionales, y el surgimiento de partidos políticos radicales. Nos dice en general: “hemos tenido un modernismo exuberante con una modernización deficiente” (65), y más adelante afianzará: “el modernismo simbólico y la modernización socioeconómica no están ya tan divorciados” (92). Influyen bastante las industrias culturales en la argumentación de García Canclini.

Cinco: En una parte interesante del libro, el autor reflexiona sobre Octavio Paz y Jorge Luis Borges. Ambos escritores oponen el escritor al político. Entrar y salir de la modernidad: el pasado, el presente y el futuro. Los artistas buscan crear, con una mirada multiforme, “nuestros orígenes y nuestro presente híbrido”. Sobre una apropiación heterodoxa de principios modernos, afirma García Canclini: “la relación entre afectividad e independencia creativa, la valoración de las obras más por el significado de los materiales que del tratamiento formal, y la combinación de lo artístico con lo decorativo y lo útil” (139). Luego nos dirá que democracia es pluralidad cultural, polisemia interpretativa.

Seis: Nos recuerda que la oligarquía de las primeras décadas en Latinoamérica hizo que se definiera qué era arte culto y qué era folclor. El fundamento “filosófico” del tradicionalismo: “se resume en la certidumbre de que hay una coincidencia ontológica entre realidad y representación, entre sociedad y las colecciones de símbolos que la representan” (152). Luego García Canclini hace referencia a los museos con mucha destreza intelectual, sobre ella ocurren dos estrategias primordialmente: espiritualización esteticista del patrimonio y ritualización antropológica e histórica. Sobre la identidad cultural, nos dice que se apoya en dos movimientos: la ocupación de un territorio y la formación de colecciones (177). Nos dice que la radio y el cine crearon simbólicamente una identificación colectiva.

Siete: Lo popular suele asociarse a lo premoderno y a lo subsidiario, señala García Canclini en la página 191. Traza un cuadro donde: moderno = culto = hegemónico; está en contraposición respectivamente contra: tradicional = popular = subalterno. Reflexiona sobre el folclor. Refuta a los folclóricos tradicionales con seis enunciados: el desarrollo moderno no suprime las culturas populares; las culturas campesinas y tradicionales ya no representan la mayoría de la cultura popular; lo popular no se concentra en los objetos; lo popular no es monopolio de los sectores populares; lo popular no es vivido por los sujetos populares como complacencia melancólica con las tradiciones; la preservación pura de las tradiciones no es siempre el mejor recurso popular para reproducirse y reelaborar su situación.

Ocho: Se habla de una “cultura de masas” y de una “cultura para masas”, también de una “cultura de la especulación y el espectáculo”. Se define lo popular como una noción teatral: “lo popular designa las posiciones de ciertos actores, las que sitúan ante los hegemónicos, no siempre bajo la forma de enfrentamientos” (259).

Nueve: Se plantea también que vivir en una urbe inmensa no implica rigurosamente disolver a uno entre lo masivo y lo anónimo. Hace un interesante análisis de los grafitis, que implica siempre una crítica al orden impuesto. Sobre el planteamiento de salir y entrar a la modernidad, plantea dos conceptos: desterritorialización y reterritorialización. Nos dice al respecto: “la perdida de la relación ‘natural’ de la cultura con los territorios geográficos y sociales, y, al mismo tiempo, ciertas relocalizaciones territoriales relativas, parciales, de las viejas y nuevas producciones simbólicas” (288). También reflexiona sobre las historietas.

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Francois Villanueva Paravicino

Escritor (1989). Cursó la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Autor de Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019), Sacrificios bajo la luna (2022). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas, diarios y/o. Mención especial del Primer Concurso de Poesía (2022) y de Relatos (2021) “Las cenizas de Welles” de España. Semifinalista del Premio Copé de Poesía (2021). Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007) de España.

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