Abogado Marcial Alvarado Vásquez, ex Procurador Anticorrupción y profesor universitario de Andahuaylas, nos da a conocer su posición referida a este turbulento tema que ha remecido las esferas jurídicas y políticas del país. El Sistema de Justicia Pública, que tiene como tarea crear los mecanismos y las condiciones fundamentales en su férrea y esforzada lucha contra la corrupción.

Sin embargo, la enfermedad, como también ocurre con los pacientes en nuestra sociedad es atacada cuando se encuentra en fase terminal, habida cuenta que no se ejecutan mecanismos de prevención, despistaje, detección y control para evitar que siga creciendo la lacra, contrastando todo vestigio de corrupción o, integrando así a los órganos del aparato estatal y de la sociedad.

El hombre de leyes refiere que se cataloga a la corrupción como un flagelo social del siglo XX y del presente, siglo XXI, “pero este flagelo no es otra cosa que la valorización monetaria de la moral social y de la moral humana, así como de la pérdida sistemática del humanismo, de la educación, en todos sus ámbitos y de la búsqueda ambiciosa del confort antes que el bienestar de la gente”.

El abogado califica al conocimiento, la capacidad, la distinción y la moral como términos cualitativos que dignifican al hombre, “los cuales en nuestro país, han sido suprimidos por términos cuantitativos que se resumen en una expresión del vulgo, tanto tienes, tanto vales”.

Alvarado Vásquez indica que el mercantilismo se ha convertido en el medio ideal de la solución de los problemas del hombre “pues el logro de la justicia, la educación, el desarrollo, la cultura y todo lo que encierra la calidad humana tiene un significado y efecto monetario, que nubla conciencias y enerva el sentido común en contraposición con lo justo, lo correcto, lo moral y lo humano”.

Refiere que quienes propugnan la rectitud, la justicia, la moral y la lucha frontal contra el flagelo en este sistema, “son grupos aislados, víctimas del sistema social imperante, siendo en gran parte extirpados del aparato estatal o público como elementos negativos, y como confrontación a la enfermedad, se suben al tren de la corrupción como un alma desquiciada, o confunden sus ideales con ansiedad de poder, fracturan la paz social e incursionan en el mundo de la ilegalidad y la delincuencia”.

Opina que la lucha contra la corrupción, no está en qué forma se legisla, procesa, juzga o se condena, si no de qué modo se previene, se educa y fortalece la conciencia anticriminal en todo orden de cosas. “Es increíble que muchas veces, quienes están a cargo de combatirla, están inmersos en ella, ya sea por acción, inercia u omisión”.

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