La primera impresión de Condenado al infierno (Editorial Apogeo, 2023), la ópera prima de la escritora ayacuchana Doris Castillo Gamboa, que terminé de un tirón, es que es una novela cumplidora, eficiente, lograda, ya que cuenta una buena historia (que, como en toda novela, tiene ramificaciones de pequeñas historias interconectadas al eje principal) con un manejo del lenguaje sucinto, ágil, a ratos poético, que ayuda con la lectura placentera del libro.

En síntesis, esta obra narrativa cuenta la historia de Antonio Quispe, su esposa Ana y su pequeña hija, quienes consiguen un dineral luego de vender una de sus propiedades que heredaron. Aquello lo reinvierten en “comprar” una camioneta con fines de trabajo a un conocido, a quien “prestaron” un dinero previamente. Sin embargo, luego de intentar revenderlo por cuestiones económicas apremiantes, descubren que dicho vehículo tiene una requisitoria por robo y por secuestro.

Dicha encrucijada hará que tengan que “coimear” con grandes sumas de dinero a dos efectivos policiales diferentes, en diversas situaciones, pero sin ninguna solución, ya que la requisitoria sigue vigente. En efecto, los pagos que se hicieron con la esperanza de que la requisitoria desaparezca nunca sucederá. Es decir, estafas y coimas por parte de las fuerzas del orden. También por parte de los primeros vendedores de la camioneta, quienes eran solo “conocidos” de la familia de Antonio. Al final, en la tercera ocasión, el esposo, al ser intervenido, le ordenan que tiene que ser trasladado a la capital limeña para rendir cuentas ante la ley.

Para eso la familia propia de Antonio, que ejerce de profesor, al no poder vender la camioneta, viene afrontando situaciones difíciles, con muchas necesidades juntas. Pero lo peor ocurre en Lima. Ahí lo acusan de senderista, extorsionador y ladrón de alto vuelo. Lo encarcelan en uno de los penales de San Juan de Lurigancho y entonces comenzará una “larga temporada en el infierno”.

En la cárcel, el protagonista enfrentará situaciones crueles, inhumanas, criminalescas, maltratos, humillaciones, es decir, golpes fuertes. Mientras, su esposa le informa cómo va la situación (también “infernal”) en Huamanga, con la población soportando la matanza entre policías y senderistas, la crisis económica del gobierno de Alan García Pérez, y todo un caos en la sociedad civil.

Y como en una novela epistolar, al inicio las cartas de su esposa son llenas de ternura, cariño, tristeza, soledad, esperanza, por la distancia que los separa; no obstante, al final el “nuevo amor” de Ana, un romance que ha iniciado con otro hombre en su ya vida solitaria junto a su hija, le hará despedirse de Antonio. Aquello hundirá en un abismo de desesperación y sufrimiento al “condenado al infierno”, quien ya viene purgando muchos años de cárcel.

Este tipo de “literatura de la cárcel” que ha escrito Doris Castillo Gamboa refiere a la obra literaria creada por personajes que han estado encarcelados o han tenido experiencias cercanas a ellas, han experimentado la vida en prisión o han basado sus escritos en esta experiencia. Estos autores a menudo utilizan la literatura como una forma de expresar sus vivencias, reflexiones y observaciones sobre el sistema carcelario, así como para explorar temas relacionados con la justicia, la libertad, la redención, la opresión y la vida en confinamiento.

La literatura de la cárcel a menudo arroja luz sobre las realidades de la vida en prisión, planteando cuestiones importantes sobre el sistema de justicia penal y la humanidad en general. Estas obras literarias a menudo se utilizan para crear conciencia sobre las condiciones en las cárceles y promover la reforma.

Este tipo de narrativa me recuerda a las novelas que leí anteriormente como Memorias de la casa de los muertos (1861) de Fiódor Dostoyevski, Un día en la vida de Iván Denísovich de Aleksandr Solzhenitsyn (1962), La naranja mecánica (1962) de Anthony Burguess, Ensayo sobre la ceguera (1995) de José Saramago, Papillon (1969) de Henri Charrière, y otras que abordan la vida penosa y desastrosa en las cárceles de pésimas condiciones.

Según la autora Doris Castillo Gamboa, “más allá de la memoria de Antonio y el ejercicio de la imaginación, la novela revela a un hombre humillado por las circunstancias de la época, la vuelta a los ochenta y a los noventa. Ahí la puesta en escena coloca a una sociedad peruana fraccionada, con una democracia aletargada y una dictadura que se rehúsan ser reconocidas, donde la muerte y el dolor conviven, de crisis política, social y económica que daban paso a episodios vergonzosos. Además, la libertad es la que resulta siendo mutilada, ya que se relata actos de injusticia que al mismo tiempo son un descenso al infierno”.

Además, la autora ha señalado sobre el libro: “Algunas de mis grandes inquietudes de la vida y de mi quehacer literario han sido: ¿Cómo inculcar la lectura? Además, ¿cómo propiciar una mirada crítica, reflexiva, analítica sobre los hechos de la realidad nacional? Finalmente, ¿cómo abordar la verdad de la palabra del otro para construir conocimiento? Ese nudo interrogativo ha generado narrativas etnográficas dentro de las Ciencias Sociales, que luego dan pie a la narrativa literaria”. Yo creo que sus grandes preocupaciones han sido resueltas con esta novela y, por ello, la recomiendo.

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Francois Villanueva Paravicino

Escritor. Cursó la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Autor de Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019), Sacrificios bajo la luna (2022), Los placeres del silencio (2023). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas, diarios y/o. Mención especial del Primer Concurso de Poesía (2022) y de Relatos (2021) “Las cenizas de Welles” de España. Semifinalista del Premio Copé de Poesía (2021). Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007) de España.

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