Por Francois Villanueva Paravicino

El melodrama sentimental, el análisis sociológico y político, el abordaje del erotismo y del amor, la preocupación artística (en este caso musical), la derrota del hombre pese a su sublevación, la conciencia escritural, la investigación periodística y académica, entre otros, son las grandes reflexiones temáticas de Le dedico mi silencio (Alfaguara, 2023), de don Mario Vargas Llosa, el gran merecedor del Premio Nobel de Literatura del 2010.
Esta novela de poco más de trescientas páginas es, para mi percepción, una de esas novelas que merecen ser disfrutadas por todos los lectores admiradores de la literatura vargasllosana. Ahí encontrarán la esencia fundamental de su planteamiento estético de lo que la crítica literaria ha catalogado como la literatura de segundo orden de Mario Vargas Llosa.
En efecto, esta novela es menos ambiciosa a, por ejemplo, Conversación en La Catedral (1969), La guerra del fin del mundo (1981), El sueño del celta (2010), o, también, La casa verde (1966) o La ciudad y los perros (1963). Sin embargo, yo creo que es mucho más interesante que Tiempos recios (2019) y solo un poco más que El héroe discreto (2013) o Cinco esquinas (2016). Es decir, es una de sus mejores publicaciones novelescas de los últimos años.
Lo disfruté mucho leyéndolo. La novela cuenta la historia de Antonio Azpilcueta, un periodista cultural, especialista en la canción criolla, quien, por la invitación del intelectual José Durand Flores, descubre a un eximio y flamante guitarrista, Lalo Molfino, un joven con un talento excepcional, quien lo deleitará y le convencerá que será la más grande promesa de la guitarra criolla peruana.
Sin embargo, cuando este genial Lalo Molfino realiza su primera gira internacional al país hermano de Chile, todo le saldrá mal por su egolatrismo, su individualismo, haciéndolo fracasar en su primer intento de reconocimiento fuera de su propio país, que es la única forma de reconocer al profeta en su tierra. Luego, durante su regreso a Lima, con la derrota en los hombros, Lalo Molfino sufrirá una terrible tuberculosis que lo postrará en las camas del Hospital Obrero y que, después de su trágica muerte, hará que lo sepulten en la fosa común.
De ahí nacerá la obsesión del periodista cultural Toño Azpilcueta por desentrañar la historia de aquel genio incomprendido Lalo Molfino, que, según los oídos finos de ese crítico musical de El Comercio cuando lo escuchó por primera y única vez en una de las parranditas del Centro Histórico de Lima, si hubiese seguido su destino por buen puerto hubiese alcanzado la gloria y la universalidad en la guitarra.
De toda la profunda y exhaustiva investigación que realiza Toño Azpilcueta nacerá un libro que, durante su presentación, solo asistirán un promedio de quince personas; pero que después gozará de la apreciación de los lectores, haciendo que se reediten al menos dos veces. Sin embargo, como ocurrió con al exitoso Pedro Camacho, el prolífico libretista de radionovelas de La tía Julia y el escribidor (1977), a Toño Azpilcueta le fallará la cabeza y, por ello, comenzará su decadencia: la última reedición y muy aumentada de su libro nadie la quiere leer, lo despiden de su cátedra en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, sus artículos periodísticos se vuelen soporíficos.
Pero definitivamente lo más interesante de la novela es la vida de Lalo Molfino, un chico que fue recogido del basural y que fue adoptado por un padrecito, que conoció la guitarra también en las mismas circunstancias, que se fugó de su hogar adoptivo, que cuando conoció el amor nunca pudo gozar de la pasión erótica ya que tenía fuertes traumas, que era un genio de la guitarra y, también, un ególatra. Y que en su lecho de muerte “le dedicó su silencio” a Cecilia Barraza, el amor platónico de muchos amantes de la música criolla, y principalmente de Toño Azpilcueta, su “eterno amigo” y su “adorador secreto”.
Una de sus grandes reflexiones que realiza Toño Azpilcueta, que se codea y conoce a todos los cantantes de la música criolla de su tiempo (Chabuca Grande, Arturo “Zambo” Cavero, Felipe Pinglo, Lucha Reyes, Cecilia Barraza, Manuel Donayre, Manuel Raygada, José Escajadillo Farro, Augusto Polo Campos, Abanto Morales, etc.) es sobre la “huachafería peruana”. Por parte de los protagonistas y del narrador omnisciente, le dedican varias páginas para definirla. Por ejemplo, Toño Azpilcueta está profundamente convencido de que todos los peruanos son huachafos o que tienen algo de ello en su forma de ser. En ese sentido, la novela, como casi la mayoría de las obras de nuestro Nobel peruano, tiene al Perú en uno de sus grandes escenarios geográficos y temáticos.
En esta novela Vargas Llosa incorpora referencias literarias y culturales (en este caso musicales) en sus obras, creando así un diálogo intertextual. Además, se analiza la complejidad de la naturaleza humana, examinando las motivaciones, las pasiones y los conflictos que caracterizan las relaciones humanas. Y ha creado personajes complejos y multidimensionales. Sus protagonistas y antagonistas suelen ser psicológicamente ricos, con motivaciones y conflictos internos que dan profundidad a la narrativa. Por ello, esta novela está muy recomendada.
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Francois Villanueva Paravicino
Escritor. Estudió Literatura y la maestría en Escritura Creativa en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Autor de Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019), Sacrificios bajo la luna (2022), Los placeres del silencio (2023). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas, diarios y/o. Mención de honor del Premio Nacional de Relato Corto (2023) “Feria de Libro de Amazonas”. Mención especial del Primer Concurso de Poesía (2022) y de Relato (2021) “Las cenizas de Welles” de España. Semifinalista del Premio Copé de Poesía (2021). Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007) de España.

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