Decir que la popularidad de nuestros políticos está venida a menos y en caída libre, es una gran realidad que pocos sopesan, apenas el quince por ciento sostiene a la presidenta de la república y menos de diez a los congresistas, con lo cual la ilegitimidad le gana la partida a la legalidad, como el ajedrez, en que el jugador más talentoso hace jaque mate a su rival que tiene el juego perdido.
Cuando los electores van a las urnas es notorio que existan preferencias marcadas para uno u otro lado, y al final la balanza se inclina para la representación, partido o líder que haya realizado la mejor campaña política, utilizando las armas que ofrece la democracia, pero de ahí en adelante se presentan desilusiones y frustraciones, que hace que los guarismos disminuyan durante la gestión.
En ese contexto, está claro que el desgaste afecte la popularidad de los más encumbrados y que los electores que les dieron sus votos muden sus preferencias hacia otro lado, o simplemente exijan el desafuero de quien esperaban mucho y no logró el cumplimiento de objetivos de que venía precedido, tanto que a lo largo del proceso queda ninguneado y su imagen muy deteriorada.
Esta situación se ve a menudo en la política, donde es muy fácil pasar de héroe a villano y viceversa, para obtener popularidad, se requiere por tanto, sostener el mensaje político con equilibrio emocional y cumplir con las expectativas cifradas por los electores, que así como te dan te quitan, en la actualidad existe un gobierno débil porque la mandataria no goza de las simpatías.
El país sigue poniendo a prueba a los políticos, que fueron elegidos para realizar los cambios que demanda la población que tiene que ver con la promoción del empleo, el mejoramiento de los servicios de salud y una educación acorde a los tiempos modernos, de calidad y competencia, pero cuando se descubre la farsa y se designa a un cliente como rector la indignación cunde y castiga.
Cada vez que existe el relevo de las autoridades, el país se tiñe de esperanza, porque se colige que no podemos estar peor de lo que estamos, donde lo más notorio es la falta de recursos para sostener a la familia y cubrir la canasta familiar, lo cual es una tarea que las autoridades tienen pendiente, pues la economía no logra satisfacer a los peruanos por las medidas desafortunadas.
En tanto los partidos políticos están prácticamente desaparecidos y convertidos en cascarones, porque las organizaciones políticas que iniciaron el camino de la democracia se sostienen en la incertidumbre y requieren florecer en el tiempo futuro, porque en la actualidad han albergado y admitido a indeseables tahúres y corruptos en su entorno, los cuales han destrozado su historia.
Es tiempo pues de la renovación con ideologías democráticas y planes de gobiernos principistas y jerárquicos con predominio de nuevas tendencias de servicio al país y no de aprovechamiento económico, la insatisfacción electoral es precisamente por la falta de liderazgo, y por la falta de propuestas por el desarrollo, que generen riqueza a favor de las mayorías, no para ninguna élite.