El Primer Manifiesto del Surrealismo (1924), conocido también simplemente como Manifiesto, de André Bretón, era un compendio de dogmas y de análisis de las circunstancias actuales de aquel entonces, que se valía de receptar corrientes filosóficas y científicas como, especialmente, el psicoanálisis de Sigmund Freud. Nos dice Bretón, definiéndolo semánticamente: “Surrealismo: Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar tanto verbalmente como por escrito o de cualquier otro modo el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, con exclusión de todo control de ejercicio por la razón y al margen de cualquier preocupación estética o moral”.
Más antes, nos señala: “Estando, por entonces, totalmente absorbido por Freud, con cuyos métodos de examen ―que tuve ocasión de practicar sobre algunos enfermos durante la guerra― me había familiarizado, decidí obtener de mí mismo lo que se busca obtener de ellos, es decir, un monólogo de elocución lo más rápido posible, sobre el cual el espíritu crítico del sujeto no pudiera dirigir ningún juicio”. Ahora, con respecto al estado de vigilia, este planteada como un estado de interferencia del sueño. Y qué es el sueño, Bretón nos dice: “Yo creo firmemente en la fusión futura de esos dos estados, aparentemente tan contradictorios: el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, de superrealidad”.
El sueño, de imágenes oníricas, se fusiona con la realidad para crear una realidad en su máxima expresión. Y la vigilia sería su interferencia. En ese manifiesto André Breton expone aquí una fuerte crítica a la idiosincrasia de la época y propone nuevos métodos para liberar la mente humana, que ha visto su campo de acción fuertemente reducido debido al mecanicismo y racionalismo imperante, que sería el diálogo desnaturalizado en una época de “robots”.
Bretón conecta el surrealismo con el materialismo histórico (la historia es la historia de las luchas de clases), como un motivo más de su dogmatismo radical que ha desarrollado en la trayectoria desde el primer Manifiesto hasta el Segundo. Explícitamente, Bretón señala: “totalmente, sin reservas, nuestra adhesión al principio del materialismo histórico…”. Los surrealistas, según Bretón, querían partir una posición tal que la filosofía resulte superada. Creía que es el destino de todos aquellos para los que la realidad no tiene únicamente una importancia teórica, sino que, además, es una cuestión de vida o muerte.
El surrealismo se considera indisolublemente ligado, como consecuencia de las afinidades que acabo de indicar, a la marcha del pensamiento marxista, y sólo a ella, se abstiene, y seguramente se abstendrá todavía por mucho tiempo, de elegir entre las dos grandes corrientes que enfrentan la hora actual a hombres que, aunque no participen de la misma concepción táctica, se han revelado tanto de un lado como de otro, como auténticos revolucionarios.
Un gran creyente en el poder del surrealismo de nuestro tiempo fue, por ejemplo, Octavio Paz, uno de mis escritores favoritos. Paz entró en contacto con el surrealismo durante su estancia en París en la década de 1930. Mientras el mundo se torna maleable al deseo, nos dice Octavio Paz en sus ensayos, escapa de las nociones utilitarias y se entrega a la subjetividad, ¿qué ocurre con el sujeto? Aquí la subversión adquiere una tonalidad más peligrosa y radical. Si el objeto se subjetiviza, el yo se disgrega. El yo nos aplasta y esconde nuestro verdadero ser. Negar al yo no es negar al ser, que, aunque parecen interdependientes no es así, nos dice Octavio Paz, pues el yo es algo más que una metafísica, es una cosmovisión elemental del mundo. Y el yo más universal es el del poeta, pues el yo del poeta es el yo de todos los hombres.
El yo del hombre es un ente con libertad y destino, lo que correspondería con la noción de amor, siguiendo a Octavio Paz. Pues “el amor nos revela la forma más alta de la libertad: libre elección de la necesidad. / El amor es exclusivo y único porque en la persona amada se enlazan libertad y necesidad”. El verdadero amor, el amor libre y liberador, es siempre exclusivo e impide toda caída en la infidelidad. Sin embargo, esta conexión resulta esclarecedora cuando Octavio Paz dice: “Poesía y amor son actos semejantes. La experiencia poética y la amorosa nos abren las puertas de un instante eléctrico”.
Según la inteligencia artificial, la influencia del surrealismo se refleja en la poesía de Paz, especialmente en su primer libro importante, Luna Silvestre (1933). En esta obra, se pueden encontrar elementos surrealistas, como imágenes sorprendentes, la exploración del subconsciente y la dislocación de la lógica convencional. Paz también experimentó con técnicas surrealistas, como la escritura automática, que consiste en dejar fluir los pensamientos y las palabras sin censura ni control racional.
Sin embargo, a medida que Paz desarrolló su propio estilo y visión poética, se fue distanciando del surrealismo. Aunque apreciaba la capacidad de los surrealistas para desafiar las convenciones y explorar nuevas formas de expresión, también se preocupaba por la excesiva importancia dada a lo irracional y la falta de un compromiso político claro por parte de los surrealistas. Paz comenzó a buscar una poesía que trascendiera los límites del surrealismo y se convirtió en una voz prominente en el movimiento literario conocido como “La generación del 45” en México.
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Francois Villanueva Paravicino
Escritor. Cursó la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Autor de Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019), Sacrificios bajo la luna (2022), Los placeres del silencio (2023). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas, diarios y/o. Mención especial del Primer Concurso de Poesía (2022) y de Relatos (2021) “Las cenizas de Welles” de España. Semifinalista del Premio Copé de Poesía (2021). Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007) de España.