Hace un par de años me llegó la noticia de que uno de los mejores cuentistas latinoamericanos (con nombres invaluables como Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Horacio Quiroga, Roberto Bolaño, Julio Cortázar, Clarice Lispector, Mariana Enríquez, Samanta Schweblin, Ricardo Piglia, nuestro gran Julio Ramón Ribeyro, entre otros) era el colombiano Evelio Rosero, a quien Tusquets Editores editó el 2019 su colección de Cuentos completos, que, luego de leerlo, me parecieron bien fundamentados los elogios que escuché de su literatura.
Desde el primer cuento con que empieza el libro, titulado “La peluquera de niños”, creí estar ante un autor de alto vuelo, de gran fabulación, de eximia observación, de depurado lenguaje, que hizo que sintiera cierta envidia sana de su talento. Es que solo falta ser un atento lector para caer en su atmósfera y en sus garras, que enseña mucho sobre cómo debemos enfocar las historias, cómo contarlas y cómo finalizarlas. Sin duda alguna, un logrado cuento de apertura.
Por su parte, el cuento “Como nunca en la vida”, el tercero del libro, ya revela el lado caribeño y apasionado de este escritor de la fogosa Bogotá, donde se cuenta el romance ardoroso que goza una mujer casada y con hijos, de cierta prosapia, con un supuesto “griego”. La historia se desarrolla a través de una serie de encuentros y desencuentros entre aquella pareja de amantes, cuyo desenlace culminará con la contraparte de Eros, es decir, Tánatos. Y este relato es la apertura a una de las temáticas centrales en la obra cuentística de Evelio Rosero (el deseo), pues será desarrollada en varias de sus composiciones prosísticas, como en ese cuento genial titulado “Una fábula: Homo eroticus”.
En los relatos de Evelio Rosero también existen guiños al género fantástico, entre lo onírico y lo sobrenatural, lo que lo convierte en un autor que domina varios terrenos literarios, pues también hace gala de un buen manejo de lo realista y hasta de lo naturalista en la temática de sus cuentos, que deshilvana con una prosa cuidada, a ratos ágil y a momentos digresiva, como si el narrador de las historias dosificara las descripciones, las anécdotas y los diálogos de los personajes. Y siempre relata cosas muy interesantes, atractivas, de gran contenido literario, que atrapa a los lectores y a los escritores.
También existen en los relatos cierta irracionalidad, una magia inesperada, un atisbo de violencia, una exaltada pasión, encajadas en las encrucijadas que viven, sufren o sienten los protagonistas, seres en situaciones críticas, embarazosas, cotidianas a veces, al borde de la muerte o al acecho de la locura, atrapados por la lujuria o por los rencores, que convierten a Evelio Rosero en un escritor que explora sobre la condición humana en sus límites extremos, que siempre engatusa a los amantes de la literatura.
Por otro lado, he leído también Carpe Diem (1956), de Saul Bellow, en cuyo personaje, Tommy Wilhelm, se pueden sentir identificados los cuarentones que vienen atravesando momentos difíciles, con rupturas en su relación matrimonial, sufriendo aprietos económicos, lamentando el fracaso en lo que creía ser bueno (el personaje es un actor fracasado que ha recibido duras críticas y que ha vuelto a ejercer su carrera profesional científica con muchos años de retraso), con su madre fallecida y reñido con su padre pudiente, quien, aunque parezca contradictorio, no le ayuda para nada y, por el contrario, le recrimina y lo juzga sin piedad.
Al leer a Saul Bellow sentí a la vida dura y cruel en su máximo resplandor, como si fuera aquella historia la más pura verdad, y sufrí con cierto recelo lo que atraviesa el protagonista central, pues no es difícil tratar de ponerse en sus zapatos cuando uno también ha sufrido bastante. Además, es imposible que a un hombre vinculado a las letras y a las artes no le interese en lo que ha caído Tommy Wilhelm: el fracaso y el deterioro existencial.
El sufrimiento de este protagonista, acosado por las deudas, por sus necesidades y por los reproches por sus malas decisiones, hará que el peso de la existencia lo aplaste y lo destruya por completo, en cuyas páginas finales de esta novela corta el narrador hará gala de un extrañamiento que dejará al lector suspendido en una incertidumbre que podría definirse muy bien como un final abierto, enigmático, que a simple vista podría resultar transparente, pero desde otro difuso, implícito.
Es decir, una nouvelle con un buen planteamiento, con gran verosimilitud, con excelente prosa (agradezco la traducción española de la edición empastada de Oveja Negra), con un final interesante, logrado. Además, es una novela digna de su nación estadounidense, pues es realista, capitalista, sociológica, casi un cuadro de época, como lo han demostrado sus más grandes cultores del siglo veinte: Faulkner, Steinbeck, Hemingway, F. Scott Fitzgerald, J. D. Salinger, Truman Capote, John Dos Passos, John Cheever, entre otros. Por ello, la invitación a su lectura está hecha.
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Francois Villanueva Paravicino
Escritor (1989). Cursó la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Autor de Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019), Sacrificios bajo la luna (2022). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas, diarios y/o. Mención especial del Primer Concurso de Poesía (2022) y de Relatos (2021) “Las cenizas de Welles” de España. Semifinalista del Premio Copé de Poesía (2021). Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007) de España.