Es una festividad que se remonta a las primeras décadas del siglo XVIII, donde los sacerdotes católicos en su afán de evangelizar a los indígenas impusieron la figura de la Cruz en lugar de sus Apus y de algunos elementos como la chakana, figuras que ellos consideraban de idolatría y paganismo. Los evangelizadores del nuevo mundo se aseguraron cuidadosamente de colocar una Cruz en lugares de culto o santuarios incaicos.
Los pobladores andinos en el lugar de rechazar este nuevo elemento, en algunos casos utilizaron la cruz como encubrimiento para seguir rindiendo culto a sus deidades, y en otros casos optaron por la cruz como un nuevo elemento de culto para la religión andina.
De esto da cuenta el Antropólogo Takahiro Kato en párrafos sobre el Cruz Velacuy: “En 1746, unos 35 años después de la inauguración de la misma, en la iglesia de San Francisco se negó la misa para la celebración, porque desde el principio, la fiesta tenía componente ideológico sumamente autóctono […] la iglesia católica rehusa la misa solamente cuando choca con la doctrina cristiana y también por el hecho que el Cruz Velacuy contenía algunos elementos andinos, la celebración, sin duda alguna, se habría modificado a un rumbo desfavorable para la iglesia católica…”.
Así esta festividad se convirtió en una reunión familiar o privada con acontecimientos y celebraciones modestas, con cruces de tipo movible [Cruces de madera que las trasladan del lugar de culto a las viviendas de los Carguyoq y viceversa] y cruces inamovibles [Cruces hechas de piedra o concreto donde el culto se realiza en el lugar].