Carlos Iván Landa Kerschbaumer
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) no es bien vista por los ciudadanos democráticos de los gobiernos, por sus antecedentes a favor de las organizaciones totalitarias, buscando con sus decisiones favorecer a las “víctimas” y castigar a las autoridades que defienden al Estado de Derecho y a favor de los excesos de desadaptados, pasando por alto a la autoridad.
Los informativos ven como un “cuco” a la CIDH, por eso desde temprano esperaron que emitiera su informe al que consideraron lapidario y duro por asumir de gran crueldad lo sucedido en el país, tras la participación de las fuerzas armadas y policiales en la .lucha desigual de restaurar el principio de autoridad, no dijeron nada sobre el escenario previo que generó hechos vandálicos.
Aunque la izquierda estuviera de acuerdo que los culpables sean castigados con todo el peso de la ley, la oposición está en desacuerdo con las recomendaciones de la CIDH por sus sesgos respecto a la interpretación de los hechos que pasan de ser afirmaciones a supuestos y que requieren investigación, las exigencias de la CIDH invaden a las instancias autónomas de la justicia nacional.
Empero algunos comunicadores de cadenas de información deploraron el silencio del gobierno, de no esclarecer la culpabilidad de los responsables de las 70 muertes, por el contrario demandaron saber la verdad de una vez por todas, y no hacer eco de que la fiscalía investigue caso por caso, como se plantea, porque las indagaciones pueden demandar mucho tiempo, como suele suceder.
En tanto, cada vez que existen denuncias sobre derechos humanos la congresista de izquierda Ruth Luque I(Juntos por el Perú-Cambio Democrático) es la primer que salta al ruedo para fustigar la represión y abogar por sujetos ideologizados a los que exonera de cualquier acción vandálica, para ella los manifestantes fallecidos son los héroes y los militares y policías víctimas son villanos.
Esta defensa a ultranza se repite de manera continua, con una crecida razón, ofrecer insumos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que acaba de emitir su informe calificando de monstruosidad lo ocurrido con los 70 peruanos caídos tras las asonadas posteriores al golpe de Estado de Pedro Castillo, haciendo famosa la frase de Aníbal Torres “correrán ríos de sangre”
¿Fue una predicción, o un anticipo de lo que podría ocurrir, tras la destitución del mandatario? lo cierto es, que tipos como Torres, Quito, Portalatino y otros, identificados con la ideología radical de izquierda, atizan la hoguera, asegurando que al expresidente Pedro Castillo no lo querían por su condición de maestro rural y por la peculiaridad de su estirpe, actuando xenófobamente contra él.
De esta absurda apreciación se ha cogido la CIDH para utilizarla como su principal argumento de segregación que genera en el país una cultura de odio y de división de los peruanos, perpetrando violencia psicológica, lo cual tergiversa la historia de manera perversa y propicia una narrativa falsa, como la que asegura que Castillo Terrones fue echado del poder por una justicia arbitraria.