En momentos, que se viene gestando protestas iracundas , para unos justificada, por las demandas sociales que se plantean; para otros impertinente, por las circunstancias que puedan acarrear; en estos dos escenarios, existirán siempre violentistas orquestadores, que para lograr sus objetivos, rechacen consideraciones, y sometidos temerosos que sin las armas para defenderse claudiquen.

Así son las protestas y paros, un ejército depredador, que avasalla todo lo que encuentra, y un burgo atemorizado, que dobla sus rodillas, ante el temor que generan huestes armadas con palos, piedras, y alcohol, que los hace violentos, dispuestos a asaltar si la magnitud de su embriaguez, despierta sus resentimientos; solo la madurez del pueblo hará posible el rechazo a la insensatez.

Esto ocurre, porque tras el enfrentamiento ideológico se pasa a la acción de insultar con epítetos reprobables, con cánticos y amenazas contra quienes se oponen a sus ideas; habida cuenta que la disconformidad genera antagonismos, se defienden situaciones, y se confunde, con real facilismo; es el resultado que se tiene cuando las demandas desbordan la inteligencia y se generan enconos.

La sociedad está en crisis de valores; todos lo sabemos; la insolencia ha alcanzado niveles devastadores, y la criminalidad se ha convertido en un tema cotidiano; hoy sabemos que estos calificativos no solo están referidos a delincuentes avezados, también son parte de ellos, quienes desde las revueltas sociales atacan a humildes comerciantes y los despojan de sus pertenencias.

Las inquinas, no solo parecen estar dirigidas a gobernantes impasibles, tampoco a funcionarios, con sólidas ganancias, sino al ciudadano de a pie; aquel, que para poder sostenerse posee pequeños negocios; una tiendita, o un puestito en el colegio; ellos son los más vulnerables en toda paralización que se realice, porque viven de lo que perciben en el día, y no les sobra mucho.

Cuando ocurren estas paralizaciones de conmoción social, la gente de escasos recursos, ruega para que no se prolonguen más de la cuenta, porque trastocan sus actividades comerciales, pues de lo poquito que obtienen debe alcanzarles para sostener a su familia; pero además deben abonar cuotas generadas por los préstamos obtenidos; una situación que muy pocos entienden.

Contra esta situación; existen servidores del estado, que laboran en la administración pública, a los cuales no les afectan las medidas de fuerza que realicen sindicatos u otras organizaciones sociales, porque sus sueldos están asegurados, de ahí, que creemos, que las autoridades deben revisar la legislación existente, para proteger a los peruanos pobres que existen en la población.

Si se suspenden las actividades económicas que se realizan en bancos, cooperativas, cajas municipales y financieras, los más perjudicados serán los pequeños empresarios que no tendrán recursos para poder subsistir; las demandas sociales no deben generar caos en la población vulnerable; en conclusión la paralización de actividades, hace un flaco favor a la gente trabajadora.

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