Aunque mucha gente cree en Pedro Castillo Terrones como su salvador y piensan que él representa al cambio, los electores tenemos el derecho de ser suspicaces y no pensar que hemos encontrado al Robín Hood de esta historia, porque sus antecedentes políticos no lo avalan suficiente, de un pálido paso por algunos partidos, obtuvo la fama como el líder del Sutep-Conare.
Está claro que algunos ciudadanos no hurgan en el pasado de los candidatos y solo reaccionan a los discursos efectistas, que se anidan en sentimiento popular para generarse contrapesos a su aciaga desventura, y ven en estos personajes la luz al final del túnel, porque finalmente la esperanza es lo único que se pierde, pero cambiar el orden constitucional no será un emparedado.
En ese tejido, Pedro Castillo Terrones haría bien en descargar la mochila pesada que carga sobre sus hombros, generada por su alianza con Vladimir Cerrón, un personaje muy vinculado con el socialismo de Fidel Castro y Hugo Chávez, políticos totalitarios que han sumido a la pobreza a sus pueblos, generándoles una vida muy desgraciada, sin un pan para comer y vivir de los mendrugos.
Para generar confianza, el candidato por «Perú Libre», tiene que hacer algo más, no basta hacerla de víctima y decir que él es el bueno y los otros son los malos y no patear a las instituciones que tendrán que participar bajo su mando, de ser presidente, deberá entender que la pobreza moral en que algunos han caído es parte del sistema y será difícil que se destruya la simiente generada.
Los personajes de izquierda no han sabido enfrentar a la corrupción, que se encuentra en cada sector de la administración pública, cuando quisieron ser justicieros terminaron bebiendo de la misma copa y su misma progenie sindical tuvo que echarlos, ser parte de las bases no asegura honestidad, sino veamos a Lula líder de los trabajadores que fue embriagado de poder y delinquió.
Servir a la patria no es algo que sea fácil de conseguir, la aureola de rectitud, tiene que ser un ejercicio permanente de buen gobierno y una situación de real compromiso, no es igual, demostrar firmeza y autoritarismo desde las calles, con un pregón enérgico frente a sus adeptos que como dignatario convertido en jefe de familia, sin lugar a abusos y predicando con el ejemplo.
Si Castillo Terrones, cree que el Estado es un lecho de rosas, se equivoca de rabo a rabo, el Perú es un país difícil y la sociedad es más complicada todavía, en cinco años no se pueden hacer muchas cosas, es un tiempo demasiado corto y si se pretende cambiar la constitución, se tiene el inconveniente de que avance el tiempo, el país se paralice y los objetivos no consigan cumplirse.
Más allá del éxito político y los planteamientos que se han propuesto, quienes accedan al poder tienen que tener claro, que su militancia política debe quedarse en casa y gobernar para el país y para los peruanos, de allí, que si Pedro Castillo Terrones, es el elegido, debe tener en cuenta que su labor de rondero debe terminar, porque la tarea de Estado es incompatible con cualquier otra.

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