Ironía tras el Covid

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¡De qué estamos hechos! La verdad, que si se desatara una guerra bacteriológica, como se ha venido señalando, durante las guerras contra el Islam, donde Los Estados Unidos, sus aliados, y sus enemigos de medio oriente, son protagonistas, los peruanos la enfrentarían, sin temor, porque han demostrado ser unos kamikazes, capaz de inmolarse, por efectos de su desobediencia.
Estas personas demuestran con sus hechos, que desafían la muerte, y poco les interesa, lo que digan sus autoridades, les pueden pasar aviones por la cabeza, sentir torpedos y granadas, pero más allá del susto, su testarudez es tal, que sus griterías, y sus lamentos, si bien se dirigen a sus gobernantes por falta de comida, y supuesto abandono, lo cierto es, que aman vivir en real riesgo.
La gente que ve desde la ventana, lo que pasa en el exterior, ha cambiado el aburrimiento y el sopor, por el espectáculo que representa ver a la gente correr a la puerta del mercado para abastecerse, sin importarles que puede contraer la enfermedad y generar cadenas de contagios por COVID-19, el requerido aislamiento, parece ser pues, una lección de muy resistido aprendizaje.
En el teatro, se pasa del drama a la comedia con mucha facilidad, existen actores muy versátiles para interpretar personajes y aprender guiones; el que ha leído a Vallejo, no debe olvidar los funerales de Isadora Duncan, ojalá que el alcalde Forsyth, no cumpla su anuncio, de fabricar en Gamarra, cubiertas para cadáveres, querrá realizar la obra: Los muertos del coronavirus: Macabro.
Esto es lo irónico del COVID-19, una letal enfermedad que seguramente, luego que ésta pase, se contarán una serie de anécdotas, y se recordarán historias de humor, como ocurre en los velorios y los entierros, donde las querencias al muerto, se expresan haciendo reír a sus deudos, desde la fantasía y la hilaridad puesta en actualidad, dirán: al enterrador hay que hacerlo aburrir un rato.
Poniendo en serio el tema, hablar del coronavirus, es entender que nuestra vida se ha convertido en un tema de salud, y quienes se burlaban del gringo Pedro Pablo Kuczynski, por meterlo a la cárcel, ahora deben estar arrepentidos, porque todos estamos cumpliendo arresto domiciliario, cuidándonos del enemigo invisible, saliendo para comprar, curarnos, o cobrar por nuestro trabajo. El COVID-19, si bien ha traído pobreza, ha servido de gran oportunidad, para desocupados y gente sin oficio, arrimada a la familia, que vivía aferrada a una mendicidad voluntaria, como aquellos mantenidos por la suegra, que no- trabajan, pero no les falta, techo ni comida, personajes como estos viven en algunas ciudades, y son hoy grandes beneficiados con bonos del gobierno central.
Las suegras, si bien deben estar cuidando la platita de su pensión, para mantener a su hijita, a su yernito y a los hijitos de estos, hoy se sienten felices porque el vago de la casa es «mantenido por el gobierno», que era un término popular, cuando el hombre de la casa le pedía plata a su mujer y no buscaba trabajo, pues bien, la coyuntura ha hecho que los vagos hoy tengan platita sin trabajar.

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