EL “TAYTA” JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

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Como ayer 18 de enero de 1911, nació el insigne Arguedas, razón por la cual, escribo esta crónica literaria de los pasajes que encumbraron mi vida cuando aún era “mak’tillo”.

De seguro, también a usted, mi querido lector le ocurrió como a mí me pasó, más si es provinciano y hombre del ande, la imagen y enseñanza del “Amauta Arguedas”, siempre está presente en nuestra consciencia y ha calado nuestra subconsciencia que nace como el amor de “La agonía de Razu Ñiti”, a flor de labio. El olor de la tierra, tal como describe en el cuento “Agua”, la frescura de la tierra y de la floresta, después de la lucha reivindicadora de “Pantacha”, el sabor de la leche fresca y espumosa en nuestras bocas como del becerro “Pringo” del cuento “El Barranco” o simplemente cuando nos adentramos a lo nuestro, vertimos como expresara Arguedas con sus giros y modismos lingüísticos que se volvieron parte de nuestro vocabulario activo; “estamos en nuestro elemento”, “con nuestros iguales”, aquí, donde caminamos “con prosa” y nos encontramos con nosotros mismos, con nuestro “ayllu”, en nuestra tierra, con nuestra identidad, nuestra autoestima y no somos “aculturados”.

“Memorias me deja de gratos recuerdos” de mi pueblo idílico Challhuahuacho, porque viví al lado de la tierra profunda y anduve acompañada de mis ovejas y vacas con quienes de manera imaginaria compartía mis soliloquios literarios en las serranías y pajonales de los apus Llallawa, Qallwachata, Q’aksa.

A partir de los libros de José María Arguedas, mi imaginación me llevó a la creación de escenarios en mi contexto real. Porque las tres sustancias del mundo representados por personajes, acontecimientos y espacios están orientadas desde una determinada perspectiva impuesta por el autor (Pantigoso) así la lectura a través del tiempo cobra vigencia, abre la mente para poder imaginar y construir una realidad desconocida gracias a la magistral descripción del autor (Juana Pinzás) Aquí está presente el emisor (Arguedas), el referente de la creación imaginaria construida por el “yo” lector que recobran la comunicación de manera copulativa en el espacio sociocultural.

Amigo lector; le cuento, que esto ocurría en mi mente mientras leía los relatos de Arguedas: “La amante de la culebra” el joven galán que pernoctaba debajo del batán, en casa de mi abuela, cerca de la despensa. “El joven que subió al cielo” apasionado y enamorado de la dulce “Estrella” que obnubiló su corazón en una noche plateada en Aqonliu (sector del cerro Q’aksa) donde acostumbrábamos velar las papas en épocas de cosecha (hatuchakuy). “El negociante de harinas” que yacía despellejado por el condenado, entre los matorrales de los vetustos galpones de Hapapuqru, allá por las faldas del apu Llallawa. “La doncella y el cóndor” que cohabitaban en los peñascos de Aqchiwachana de Villegaspata, bajo la mirada justiciera del astuto picaflor. “Tamtañamca y Huatyacuri” (hijo de Pariacaca) hombre miserable que transitaba comiendo papa azada en las chacras de Ch’allaqe, Moqupampa y Patapata. “El torito de piel brillante” que se sumergió en la laguna, cerca al apu Mallmanya. “Ararankaymanta” el lagarto, hijo de una pareja adinerada de Haparaqay y otros cuentos andinos recopilados y producidos por José María Arguedas, que a manera de pasatiempo me aleccionaron, desde entonces mi admiración al “Maestro de Maestros” José María Arguedas Altamirano, porque él fue mi primer maestro de la interculturalidad lingüística en el proceso de mi aprendizaje de la segunda lengua. Aquí… en mi escuelita de Muyurina N° 50633 de Molinopampa de Challhuahuacho, sin soslayar a mis profesores Aurelio Gallegos, Manuel Vicente, Anacleto Vargas, Horacio Castro, Pío Gallegos y al maestro líder don Teófilo Silva Farfán que instauró la fiesta taurina de ocho de agosto.

También recuerdo, los días festivos de 28 y 29 de julio, “aquí mismito” en Challhuahuacho en el “corazón del pueblo” (la plaza de armas) era escenario de las corridas de toros, al compás de la banda tradicional de turupukllay (con instrumentos de corneta, wakawak´ra, pinkullo y otros) que daban la peculiaridad del sonido a la fiesta.

– Desbordaban nuestros corazones al escuchar el sonido de wakawak’ra –

No estuve lejos de imaginar al magnífico y famoso toro “Misitu” de “K’oñani pampa” de Arguedas.

En nuestro espacio tomaban el poder del “corazón del pueblo” los toros gigantes de nombres: “Mala Cara” (ganado de don Braulio Escalante), “Yawar Mayu” (toro de la comunidad de Ch’uykuñi de la familia Corpuna), “ Warha” (loco) (toro de don Donato Salazar) entre otros… frente a estos bravos mamíferos estaba el joven torero, Daniel Almanza Mendoza, de formación empírica, pero de mucha destreza y valentía rural -nos divertía y nos enorgullecía- todos los espectadores parapetados en el perímetro de la plaza mayor de Challhuahuacho,coreábamos con mucha admiración.

  • ¡olé…!, ¡olé…!, ¡olé…! –
  • ¡Huqchatawan…! – ¡olé…! –
  • Nos sentíamos felices- como los indios de “Pichk’achuri”, “Chaupi”, “K’ayau”, “K’ollanas”, los cuatro ayllus de Puquio de Yawar Fiesta, aunque ellos caían abatidos por el toro Misitu, regaban con sangre la plaza como el torero de Pichk´achuri el “Honrao” Rojas.

A través de los pasajes de la obra literaria, construía que la figura del joven Daniel Almanza, era el “kuntur” (cóndor) que se posaba con orgullo y soberbia sobre los toros bravos.

El desenlace de la novela “Yawar Fiesta” no fue de mi agrado, sin embargo, Arguedas mostraba la pugna de dos culturas más que todo para reivindicar y recuperar la validez del modo de ser indígena (Dora Sales) desde un aspecto dialéctico de la contradicción y de la ley de la negación a la negación (La semiótica, Greimas)

En las páginas de la obra literaria no existe el cóndor, como suelen realizar las fiestas taurinas en los pueblos de Challhuanca, Cotabambas, esta figura de la portada del texto literario es una metafórica con mucha connotación semántica. El cóndor, representa la resistencia de la cultura andina de los indios “comunes” y el toro Misitu simboliza a la cultura occidental de los criollos, mestizos “principales” como adjetiva el maestro Arguedas.

Con este preámbulo de mis elucubraciones arguedianas y de “mistura” de idiomas quechua y castellano, RINDO HOMENAJE a este GRAN MAESTRO, ESCRITOR, ANTROPÓLOGO Y ETNÓLOGO PERUANO, JOSÉ MARÍA ARGUEDAS, que llegó a la faz de la tierra (Andahuaylas) el 18 de enero de 1911, llevó una vida contrariada, no me atrevo a expresar, pero supo valorar y tener una mirada distinta de la realidad. Puso en alto a nuestra cultura peruana, se identificó y estudió al hombre andino desde diferentes dimensiones de las ciencias sociales y encarnó casi a su perfecta intención.

Arguedas planeó su desenlace. Imaginó su retiro mortuorio acompañado del violín, ejecutado por su amigo Máximo Damián Huamaní y un discurso redactado para que leyera su amigo Escobar, escogió el día y la hora de su decisión fatal tal como registró en sus diarios personales (El Zorro de arriba y el zorro de abajo)

Consumó con su vida el 2 de diciembre de 1969.

¡Wifalitay wifala… Tayta José María Arguedas… presente!

#Mis_reminiscencias: Autor anónimo.

En mi infancia: “Challhuahuacho, fue el inicio y final de mi vida,

más allá no existía el mundo”

  • El adjetivo indio, sustantivado, tomado de la obra “Yawar Fiesta”
  • “Wifala, antigua expresión de la lengua Jaqaru, que se dispersó en todo el territorio andino para representar la voz de triunfo y celebración de las festividades que conmemoran los ciclos de producción agrícola durante el año”
  • Sales Dora (2009) José María Arguedas, Qepa Wiñaq…siempre literatura y antropología. Editorial Fuego Nuevo – España.
  • Pantigoso M. (1975) Didáctica de la interpretación de textos literarios. Editorial Universo S.A. Lima.
  • Pinzás J. (2012) Leer pensando.
  • Huatyacuri, nombre despectivo de guatia o huatia. Tamtañamca (sabio, rico, se hacía considerar como un dios) Extraido de “Dioses y Hombres de Huarochirí” narración quechua recogida por Francisco de Avila (¿1598?) “Edición bilingüe” “Traducción castellana de José María Arguedas” Estudio biobibliográfico de Pierre Duviols “Lima, Perú” 1966

Recopilación: José María Arguedas

Interpreta: Aracely Caytuiro Valenzuela

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