Antigüedad es clase

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Mientras Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura sigue produciendo novelas pese a sus 84 años de edad, otros peruanos son ninguneados, pese a estar por debajo de esa edad, porque en el Perú de hoy se trata como un traste a las personas de la tercera edad, es por esto, que muchas personas notables no son reconocidas, pese a su innegable aporte en la construcción de la cultura.
Cuando llegue a Andahuaylas el 18 de septiembre de 1996, brillaban como íconos de la literatura, la investigación y la historia, personajes como Milciades Montoya Obregón, Rómulo Tello Valdivia, Vidal y Roberto Ochoa Salazar, Arturo Gutiérrez Velasco, pero después se sumaron intelectuales como Luis Rivas Loayza, Bléquer Alarcón Silvera; algunos ya se fueron sin cabal reconocimiento.
Nunca como hoy para recordar la frase que señala: «el enemigo de un peruano, es otro peruano», pues ante el laurel de un semejante, el egoísmo corona sus fauces desgarradoras; nadie es capaz de admitir los valores del exitoso, por ello los muertos, recién son reconocidos en la tumba, y entonces empiezan homenajes póstumos, que abren las heridas de las ingratitudes en la familia.
Será que la gente es admiradora de la frase de Manuel González Prada: ¿»los jóvenes a la obra, los viejos a la tumba»? pues vivimos en una sociedad donde la población de jóvenes supera a las de los mayores, contrario a lo que ocurre en Europa; los viejos tienen la sabiduría y los jóvenes la energía, sumado los dos extremos se generaría un binomio de éxito, eso sí es hacer química real.
En mi época de mozuelo, sentía admiración, me sentía iluminado, cuando participaba con los viejos en reuniones, llevado por mi padre, que era concurrente a clubes sociales, donde se combinaba la humorada con la vida espiritual, era para mi generación, momentos de generosidad, experimentar con la presencia de bardos y artistas, que contaban anécdotas y sabrosas historias.
Viví bajo los acordes de Los Morochucos, la picardía del «carreta» Jorge Pérez, las verbenas por el día de la virgen del Carmen, con voz de Edith Bar y trío Los Quipus, la enjundia de Rómulo Varillas y su admirada voz con los embajadores criollos, la afición por el fútbol con jornadas dominicales de tres encuentros con barras disciplinadas vestidas de chalanes, madrinas con bandas deportivas.
Los viejos nos inculcaron participar de todo esto en la sociedad, la felicidad está en los gratos momentos, el amor por las letras llegó después, pero para dar el gran salto, tienes que cumplir muchos retos, el periodismo te invita a integrarte en sucesos controvertidos, puedes estar en el Costa Verde tomándote un trago, en la morgue identificando un cadáver o en reunión de amigos.
Cuando te dicen, estas entrado en años, uno no puede creerlo, porque con todo lo vivido en los mil escenarios que te ofrece la vida, no te das cuenta que el tiempo continúa su avance y has dejado de ser joven, para convertirte en un experimentado, han pasado los días de juergas y reuniones con chicas hermosas, la pandemia ha sido cruel porque ha detenido nuestra vida social.
Más del encierro por efectos sanitarios, lo que genera frustración, es que tras la protección a los hombres mayores, se encuentra la nueva normalidad que no te permite transitar con libertad en busca de opciones laborales, porque las medidas sanitarias son limitantes para el desarrollo profesional e intelectual, la vejez puede ser física pero el espíritu sigue vivo, vigente y muy activo.

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